Pensar Pensar en compañía o pensar en Red

Pensar: Pensar en compañía o pensar en Red (2/3)

martes, 25 mayo, 2021

Pensar: Pensar en compañía o pensar en Red  (2/3). Pensar es una adicción. Quienes están acostumbrados a pensar y razonar ante las diversas posibilidades cotidianas, seguirán pensando. Hacer del pensamiento una actividad rutinaria es aprovechar las ventajas del cerebro humano. En el primer estado del pensamiento y por ello la ventaja más destacable, para mí, se encuentra en la capacidad de aprendizaje.

Quien piensa y no hace nada con su pensamiento, es como quien aprende y no hace nada con lo aprendido. Penosa existencia que pierde oportunidades infinitas en cada segundo.

Una gran aportación al pensamiento viene de la mano de la comunicación. Históricamente la comunicación siempre fue de uno a uno, posteriormente de uno a varios, incluso de uno a todos, para ser en la actualidad un proceso complejo de todos a todos. Así se ha ido sustituyendo el pensar solos, el llamado pensamiento individual, para aceptar un pensar juntos o un pensamiento colectivo.

Miguel Arana y Carlos Barragán expresaban que: “No podemos pensar solos más allá del límite de nuestro cerebro, ni podemos pensar juntos más allá del límite de nuestra organización”. Por eso, hay que pensar bajo fórmulas nuevas que nos conduzcan hasta el último rincón del mundo. Pensar en red es la nueva forma de pensar.

La idea de pensar colectivamente nos lleva primero a pensar en red y luego a actuar en red. El pensamiento y la acción parecen estar más unidos que nunca. A través del pensamiento en red se crea la “red global de aprendizaje” (Paula Alvez). Sin duda, un nuevo método de aprendizaje y probablemente la puerta de la neurociencia, en donde, y de nuevo, el intelecto ha de sobresalir, porque la tecnología no es una cualidad, sino una herramienta.

Michael Fullán apreciaba dos escalas determinantes en el aprendizaje: de un lado el aprendizaje relevante, aquel que nos hace modificar hábitos, conducta y tiende a modificar los comportamientos. En el segundo nivel, se encuentra el aprendizaje profundo, aquel que nos lleva a modificar pensamientos, sentimientos y emociones. Pues bien, a pesar de toda la compañía que la red nos proporciona, los aprendizajes profundos los adquirimos y ejecutamos nosotros con nosotros mismos. De nuevo el pensamiento como acto personalísimo.

Esa es la gran pregunta: ¿Realmente logramos comunicarnos en la sociedad del conocimiento, o nos empeñamos en un mundo cada vez más solitario en el que nuestro entorno (cada realidad) es la Red y por lo tanto la dependencia hacia una pantalla con más o menos prestaciones?.

Albert Einstein decía que: “Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad”. En su contra, Steve Jobs declaraba: “La tecnología no es nada, lo importante es que tengas fe en la gente, que sean inteligentes y que les puedas proporcionar herramientas para hacer cosas maravillosas con ellas”.

En la sociedad actual el presente se consume a sí mismo y en muy pocas ocasiones ese presente se consolida formando parte del futuro. Los ídolos se olvidan casi al instante por lo que hay que fabricar ídolos nuevos. Lo mismo ocurre con los pensamientos. El siglo XXI impone la ley de su velocidad y nos obliga a pensar y pensar. Necesitamos constantemente nuevos pensamientos.

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