Los comportamientos del nunca

martes, 19 julio, 2022

Tántalo, hijo de Zeus y de la oceánica Pluto y padre de Penélope, a lo largo de sus comportamientos terrenales como de sus relaciones con el Olimpo, cometió tres errores graves: ofender a su anfitrión, hacer daño a un niño y defraudar a los dioses; ya se sabe que quien comete graves “pecados” también comete pequeños actos de dudosa moralidad o ética. Por todo ello fue desterrado al Tártaro (el lugar más profundo y oscuro del inframundo). En su nueva morada había un espléndido lago rodeado de magníficos frutales que le podían proporcionar agua y alimentos, pero cada vez que deseaba beber el agua del lago desaparecía y cada vez que quería comer los frutales se retiraban de su alcance.

Tántalo quería, pero nunca podía. Esta fue su gran penitencial.

Las enseñanzas de los mitos de Tántalo nos llevan a considerar diversas cuestiones: eficacia, falta de productividad, liderazgo pasivo, tentación, cansancio o desmotivación, pero quiero centrarme hoy en los denominados “comportamientos del nunca”.

“No voy a ser capaz de…”. “Nunca podré conseguirlo”. “Para qué intentarlo otra vez si cada vez que lo he procurado no lo he conseguido”. Estas y otras expresiones parecidas reflejan un estado de ánimo perdedor que lejos de impulsarnos nos conducen directamente a la depresión y a la frustración.

¿Cómo reaccionar? Lo primero sería analizar por qué no se logran los objetivos propuestos (causas ajenas o causas propias). Lo segundo cambiar la forma de hacerlo (siempre que pasa lo mismo ocurre igual). A continuación, buscar apoyos, aceptar el efecto intuición y volver a intentarlo (la peor gestión es la que no se hace).

A Tántalo se le retiraban las aguas o desaparecían los frutales cuando iba a beber o a comer. De igual manera, muchas personas piensan que tienen el resultado al alcance de su mano y, no obstante, no consiguen el objetivo deseado. Pero Tántalo nunca se preguntó por qué y nunca pudo cambiar su realidad en el inframundo.

Que (el contenido), por qué (la causa) y para qué (la finalidad) son las tres preguntas fundamentales que nos debemos hacer antes de la decisión. Si una y otra vez los resultados no fluyen, no cabe duda de que algo se está haciendo mal. Unas veces es por falta de sintonía entre la acción real y lo teóricamente planteado, otras por falta de conocimientos, capacidades o competencias, a veces por falta de adecuación de entre el fin y los procedimientos, otras simplemente por falta de esfuerzo o empeño y a veces por que las circunstancias del entorno son hostiles.

Toda persona debe autoanalizarse y descubrir las causas que le llevaron a no conseguir el resultado. Automáticamente su comportamiento girará para dar adecuada respuesta a la incógnita: ¿Cómo puedo actuar para solucionarlo? Si es difícil en soledad deberá buscar ayuda, y si realmente lo desea cualquier sacrificio personal o profesional tendrá recompensa. Nunca desanimarse, ni quejarse inútilmente.

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