Pensar Capacidad de pensar (1/3)

Pensar: Capacidad de pensar (1/3)

jueves, 13 mayo, 2021

Pensar: Capacidad de pensar (1/3). En cualquier momento de nuestros días, la acción de pensar y reflexionar es imprescindible. A ella se refiere toda actitud de avance y desarrollo intelectual. Si pensar es siempre complejo, el hacerlo de forma forzada puede resultar improcedente, por ello debe ser un acto voluntario (primero) y sistemático (después).

El modelo de pensamiento personal difícilmente es sustituible (aunque, por ejemplo, el coaching quiera cambiarlo). El pensamiento es tan intransferible como la vida misma. Invitar al pensamiento es siempre abrir la puerta a oportunidades mágicas nunca antes imaginadas. Pero la verdad es que la rutina diaria de la vida en la sociedad actual, supone una tupida venda que ni deja ver, ni deja vislumbrar que hacer otras cosas o hacer las cosas de otra manera puede incrementar nuestra felicidad.

También es verdad que las obligaciones y responsabilidades laborales, familiares o sociales nos imponen determinados ritos y un sistema concreto de comunicación que al cabo termina mermando la motivación de pensar. A partir de aquí y para poder pensar sistémicamente se precisa una voluntad concreta, constante y fiel. Una voluntad que combine multitud de elementos cuya receta podría ser: esfuerzo, convencimiento, ilusión, gestión del tiempo, inteligencia y capacidad creativa. No todo el mundo es capaz de ello.

Se puede y se debe pensar siempre. Pensar en nada, es nada. Un cero a la izquierda que invalida y pudre. Pensar siempre porque antes o después obtendremos una idea o un criterio razonado. De pensar surge el pensamiento, del pensamiento la creatividad y la razón, y de ellos el camino a la acción.

Pensar es el ejercicio intelectual más sobresaliente del ser humano. Nos distingue, nos identifica y nos hace progresar. A través del pensamiento actuamos e interactuamos. Desde Descartes, (más acertado que nunca, o no) el principio “Cogito ergo sum” (pienso luego existo) representa la base fundamental del racionalismo occidental y, sin embargo, hoy, parece quedar atrás.

La gran novedad de la nueva economía aportó la unión del pensamiento con la comunicación. El pensamiento no vale de nada si queda guardado para siempre en las entrañas de quien pensó. La explosión de lo global y la tecnología conduce a la paradoja de considerar que el pensamiento no es importante por sí mismo, es decir por su contenido, sino solo en relación a la capacidad que tenga de llegar a otro a través de su difusión y comunicación, añadiendo el aliciente de la velocidad que proporciona la técnica informática como nuevo e importantísimo valor. Lo realmente crucial hoy es llegar a todo el mundo y en tiempo real.

Todavía contrasta esta realidad con ciertos comportamientos que puedan afectar a directivos, altos ejecutivos, profesionales o personas de cualquier naturaleza, que admiten que no tienen tiempo para pensar. Así cuando alguien les pregunta: ¿Cuándo y cuánto piensas? Responden que en la ducha o conduciendo o viendo la televisión. ¡Qué barbaridad! Pero una barbaridad mayor es cuando responden “yo no pienso” o “Para qué pensar, por que en verdad a nadie le importa lo que piense”.

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