La tecnología que nos abraza: Los nativos digitales. Nada se para. Esta afirmación ha sido rotunda a lo largo de los siglos y no tiene opción alguna de que deje de cumplirse. Por eso, todo se supera, o, mejor dicho, todo cambia.
Erik Peimbert escribía que “así como los individuos tienen personalidades diferentes que les caracteriza: pensamientos, sentimientos, formas de trabajo, aprendizaje, vocación o carácter, así las generaciones también asumen sus peculiaridades y, desde luego, la actual generación de los años 2020, es muy definida, concreta y transformadora”.
Es posible que el hecho psicológico de cambio de siglo facilitara la explosión de esta generación cuyas bases conceptuales estaban a punto de consolidarse cuando todo el orbe conocido estalló al unísono haciendo temblar sus estructuras por causa del denominado virus universal, pandémico y asesino.
Superado el tiempo de los millennials, pronto aparecieron sus herederos. Son los “nativos digitales” o seres digitales. No solamente se sustituye el término que los define, sino que se va un poco más allá. Perfeccionan el capital heredado de sus hermanos mayores, y se hacen fuertes en lo que podríamos llamar los “siete principios de identidad” que, de manera casi indisoluble, constituyen la naturaleza de los nativos digitales.
Estos “siete principios de identidad” son: a) necesidad de estar y sentirse conectados (hiperconexión), b) el interés por la salud y el mundo saludable, c) la preocupación por la naturaleza y las cuestiones referidas a la protección del planeta, d) la inmediatez como necesidad de lo cotidiano, e) la búsqueda de experiencias vitales, f) la independencia dentro de su nuevo mundo de relaciones sociales, y g) la visión atemporal del futuro.
La dictadura tecnológica comunicó al mundo que la mejor, quizá la única, manera de sobrevivir (superadas las cuestiones sanitarias) era la adaptación digital.
Para los seres digitales, la tecnología ha dejado de ser una herramienta poderosa para convertirse en un fundamento vital. Han nacido, crecido, evolucionado y perfeccionado en ella, por ella y a través de ella, y han centrado sus emociones, sus relaciones y sus capacidades en el escenario tecnológico como el único capaz de aportarles valor. Quizá lo más importante es que no han tenido que incorporar los avances tecnológicos, porque ellos forman parte de estos.
Como consecuencia, los “nativos digitales” han provocado una ruptura brutal entre ellos y las generaciones anteriores (incluidos los viejos roqueros millennials) y una brecha conceptual que les distancia de manera irreconciliable. Jamás pensarán que la tecnología les ahoga, todo lo contrario. La tecnología les abraza, les alimenta y les hace crecer. Son ellos los que van a mimar a la tecnología y la van a cuidar como un tesoro.
¿Cómo se encuadran estos principios en el crujiente otoño de 2020 y sus repercusiones, siempre pronosticadas de largo recorrido?
