La tecnología que nos abraza: De mí y desde mí, al resto del universo (1/3)

martes, 9 marzo, 2021

La tecnología que nos abraza: De mí y desde mí, al resto del universo. Resulta difícil ser original cuando pensamos que todo está dicho y casi todo hecho y, sin embargo, la imparable capacidad creativa de la tecnología nos demuestra que para ese futuro que se vislumbra (o se vislumbraba antes de la pandemia) tan cercano no valen ni los pensamientos, ni los planteamientos emocionales o intelectuales actuales, ni siquiera los conceptos que hasta hoy eran inmutables. ¿Será que otra vez el relativismo adquiere carta de naturaleza?

Ya lo sabemos y además lo hemos comprobado. La tecnología se ha convertido en un socio indispensable, una compañía permanente que nos permite acceder desde cualquier lugar del mundo y desde cualquier momento y circunstancia a la famosa conexión global: “de mí y desde mí, al resto del universo”. Algo que parecía pura y dura ciencia ficción es una realidad palpable y dominante que las nuevas formas de trabajar y de comunicarnos han hecho cotidianas y normales. En realidad, la gran aventura del año 2020 ha sido dejar a un lado las relaciones personales para elevar al altar las relaciones a través de la pantalla de nuestro ordenador, ya sea en los tiempos de trabajo, de ocio, para el entorno social e incluso para el espacio íntimo.

Es cierto: estamos atados a la tecnología. Atados con tal dependencia que ya en nada podemos progresar si no es a través de la herramienta tecnológica. Hace pocos meses la tecnología acariciaba nuestra existencia, pero ahora ha cambiado costumbres esenciales de nuestra vida: la tecnología nos abraza por todos lados. Parece un amor tan profundo que no se puede separar de nosotros.

La ciencia, el método, los hábitos sociales o la economía se han esforzado en demostrar esta dependencia. Hasta el celuloide (como testimonio de nuestro tiempo) ha tratado en muchas ocasiones la futura verdad de las relaciones del hombre y la tecnología. De “Minority Report”, a “El Circulo”, pasando por interminables títulos ha dejado patente el sometimiento (en ocasiones vejatorio) de la voluntad, la acción, la exposición pública, la comunicación y las relaciones más íntimas y personales al uso tecnológico.

Parece incomprensible vivir fuera de la dictadura tecnológica y fuera de esa espiral abstracta e intangible que va a ser el gran, y, a veces, el único, lazo entre los seres humanos. No se trata de proclamar pomposamente “el triunfo de la tecnología”, sino la inexistencia fuera de ella. Se podría afirmar que ha llegado una magia que nos ama, nos abraza y nos ahoga.

Hace escasos años, el aire nuevo de los millennials parecía renovador, reconfortante y, por ello, esperanzador. Nada nuevo, en realidad, porque en otras muchas ocasiones la Historia había sido testigo de comportamientos similares. Sin embargo, sí era nueva la aportación estructural que incorporaron. Hasta este momento las diversas generaciones rupturistas se limitaron a cambiar los valores sociales o a buscar ideales adaptados a “sus nuevos tiempos”.

Los millennials sumaron un principio que quebró el modelo de comunicación entre los hombres: “la comunicación de mí hacia el resto del universo y desde el resto del mundo hacia mí, y en un instante”. El fundamento de los millennials había cambiado el mundo a través de la “comunicación universal en tiempo real”. Posiblemente ni ellos mismos se dieron cuenta entonces de la trascendencia que iba a tener en el desarrollo de las décadas venideras. Gracias a esas semillas se ha podido mantener en la crisis universal actual (pandemia) comunicación, relación, empleo, salud o esperanza de manera más eficaz.

La tecnología se alimenta a sí misma. La tecnología hace posible más tecnología”, decía Alvin Toffler. Cuidado con otro pensamiento de B. F. Skinner: “El problema real no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres” (recordemos a Stanley Kubrick). ¿Podemos descansar de la tecnología? ¿Apartarla unos días de nosotros? Cuanto más lo intentamos, menos lo conseguimos. Según Duglas Couplan, no podríamos, y afirmaba: “Incluso cuando te tomas unas vacaciones, la tecnología que utilizas no se toma un descanso por ti”.

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