La libertad de los líderes

La libertad de los líderes

jueves, 8 julio, 2021

La libertad de los líderes. Se piensa con demasiada frecuencia que los líderes (políticos, empresariales, sociales, etc.) mandan sin tener que someterse ni a otras personas, ni a otros criterios o consejos: para eso son los jefes y toman las decisiones que quieren de manera libre, según su mejor saber y entender y a su mejor interés y oportunidad. ¡Qué gran error!

El  liderazgo está muy influido por el principio de  la autonomía de la voluntad. Este concepto, introducido por Kant, se refiere a la capacidad de establecer normas internas por las que se rige cada quien, declarando la capacidad volitiva de la actuación humana, que en el ejercicio del liderazgo alcanza sus cotas más significativas.

Es verdad que, en la mayoría de los casos, la toma de decisiones supone un ejercicio de elección. Elegir significa optar por una opción cuando existen diversas posibilidades a utilizar. Si solo existe un camino ni hay duda, ni hay elección. Un romántico proverbio Sufí, alejado de la actual visión del liderazgo regaba: “Cuando tengas que elegir entre varios caminos, decídete siempre por el camino del corazón. Te equivocaras menos”. La realidad es el proceso intelectual de la elección: poder seleccionar entre varias posibilidades y decidir una de ellas es una característica solo posible en el ser humano.

Después de la teoría viene la realidad. A veces la maldita realidad que limita, condiciona y trastoca el paso infinito que hay entre el saber (conocimiento), el querer (voluntad)  y el poder (posibilidad). El liderazgo no es libre a la hora de tomar decisiones. Ni siquiera aquellos que ejercen los máximos poderes (en las empresas, en la política o en los puros entornos conceptuales) son libres. Siempre están sometidos a terceras fuerzas, reconocibles o no, que Ortega denominó “circunstancias” y que la sociedad más actualiza llama “poderes del entorno”.

La libertad de los líderes es una pura falacia, un infantilismo ridículo, hasta tal punto que las personas que han decidido guiados solo por su voluntad o sus intereses convirtiéndose en dictadores, han acortado sus periodos de liderazgo y han dejado tras de sí un rastro ineficaz de pésimas realidades y de peores resultados, en contra de lo que se ha venido a llamar los “intereses generales”.  En resumen, los líderes que se creen libres, son los peores líderes.

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