Desde dentro. Los periodos que hasta ahora parecían estables, se hacen más cortos y se cambian por otros de manera tremendamente dinámica. Debemos aceptar esta realidad y si no lo hacemos estaremos viviendo en un error que condicionará nuestros comportamientos y nuestras metas. Las situaciones estables, los equilibrios, la permanencia están dejando de existir. La realidad y el momento se han hecho ambiguos.
Cambiar no significa destrozar lo anterior y mucho menos cuando nos referimos a nuestro cambio personal, aquel que evoluciona al tiempo que nuestra personalidad y carácter. En este caso lo que cambia es el “punto o estado” de equilibrio, por otro que posiblemente tampoco será duradero.
El cambio desde dentro es lo más personal e intransferible del hombre. Es, en sí mismo, el máximo reflejo del “yo”, y además es irrenunciable. Por eso en las parejas que cada uno evoluciona de manera diferente, se pone en riesgo el amor (a sensu contrario tienden a permanecer en el tiempo).
El cambio interior es un condicionante de nuestro futuro. Existe para ser desarrollado en el tiempo que vendrá. Mark Twain decía: “Suelta amarras y abandona puerto seguro. Atrapa el viento en tus alas. Sueña. Explora. Descubre”. Voltaire, desde su vena poética, exclamaba: “Que a nadie se le ocurra juzgar banalmente el futuro, con suerte será su próximo hogar”.
Pero no debemos olvidar el riesgo de la lucha interna que pueden ocasionar las situaciones en las que somos conscientes de que desde dentro hemos cambiado pero no podemos actuar de manera coherente con ese cambio ni en nuestros entornos familiares o sociales o profesionales. En esos casos nos habremos convertido en pura contradicción.
